sábado, 19 de julio de 2014

Lluvia de buñuelos

Había una vez una casa pequeña, con una cocina, un comedor, una habitación, un baño y un patio muy amplio, que abarcaba toda la extensión de la misma. La habitaba una pareja de ancianos. Una tarde de verano Don Antonio, el anciano, salió a pasear por el barrio, como todos los días. Era una persona muy agradable y querido por sus vecinos, pero su memoria ya desvariaba debido a su edad. -¡Hola Doña Matilde!- Saludaba a su paso por las calles.
Luego de una placentera caminata, se dispone a regresar a su casa, cuando nota un bulto redondo de color marrón a los pies de un árbol - ¿Qué será?- se pregunta acercándose lentamente con cautela. -¡Un poco más, un paso más y descubriré que es!- se dice mientras camina- ¡Es una bolsa de cuero!- exclama. Y que sorpresa la de Don Antonio cuando abrió la bolsa, ya que estaba llena de monedas de oro. Levanta la cabeza y recorre con la mirada hacia todos los lugares en busca de algún propietario de la misma- ¡hay que encontrar de quién es, su dueño estará preocupado buscándola!- se repetía mientras se dirige a su casa, para contarle a su esposa lo sucedido.
Abre la puerta de su casa al grito de -¡Vieja, Vieja! ¡A que no sabes lo que sucedió!-exclama, casi sin aire- ¡Habla ya!, mi buen amor, que mis oídos son todos tuyos- replica su mujer azorada- ¡mirá lo que me encontré!- y saca de tras de su espalda, con gran esfuerzo debido a su peso, la bolsa con las monedas de oro. Doña Mabel, su esposa, se acerca atónita a contemplar a las monedas que brillaban más que nunca, como el sol de esa tarde - ¡no lo puedo creer!- repite una y otra vez - ¡Somos ricos! Vamos a poder comprar una casa más grande, vivir bien, darnos los gustos, por los que tanto tiempo trabajamos y nunca pudimos- comenta llena de júbilo- ¡No!!! Mabel, hay que devolverla a sus sueños, seguro que mañana aparece y se la daremos, no es nuestra- alega Don Antonio muy seguro.
Ella no está convencida para nada con lo que expresa su marido, pero, para que discutir, pensó, no tiene sentido, muy amablemente lo invita a que se vaya a dormir su siesta - ve a dormir mi amor, que estás cansado y te hará mal. Cuando te levantes seguimos la conversación. Yo guardaré el tesoro para que esté seguro-. Y de esa manera fue. El se dirigió a su cuarto pequeño y se dispuso a dormir.
Doña Mabel guardó el tesoro, como había afirmado, luego se dirigió a la cocina y a toda prisa se puso a cocinar, miles y miles de buñuelos con azúcar, que una vez terminados, desparramó por todo el patio. Parecía que la magia hubiera pasado por ahí. Al despertarse Don Antonio y ver su patio lleno, cubierto de buñuelos y sin comprender tal fenómeno, le pregunta a Doña Mabel lo ocurrido -¿Qué ha sucedido?-pregunta- ¡Ha llovido Buñuelos, viejo!- afirma ella contundentemente - Pero... si no llueve buñuelos ¡No puede ser!- replica él, muy confundido - ¡Si!¡ha llovido buñuelos! mientras tú dormías. ¡No es increíble!-vuelve a afirmar, pero esta vez con mayor énfasis-. Juntémoslos, para comerlos con unos ricos mates, ¿quieres, viejo?- apela dándole una canasta, para recogerlos.
Pasó un día, dos, una semana, ya todo había vuelto a la rutina. Cuando tocan a la puerta del matrimonio, en su pequeña casa- ¿Quién es?- pregunta Doña Mabel - ¡La policía! Abra por favor, queremos hacerle unas preguntas- responden del otro lado. - ¡Sí!, dígame Señor Policía, ¿en que puedo servirle?- contesta abriendo la puerta- ¿Usted, por casualidad no ha visto una bolsa de cuero con monedas de oro en su interior? Es que se cayeron la semana pasada en su huida a unos ladrones durante la persecución que mantenían con nosotros- explica el oficial- ¡NO!... No hemos visto nada- responde Doña Mabel. En este preciso instante se asoma Don Antonio interrumpiendo la conversación - Mabel, ¡di la verdad!, yo te la traje, el día que salí a pasear... ¡te acordas!- Interpela muy enojado- ¡NO!..., mi amor estarás confundido ¿Cuándo fue eso?- exclama - ¡El día que llovió buñuelos!- responde Don Antonio- ¿El día que llovió buñuelos? Alega preocupada - ¡Sí!, ¡Sí!  El día que llovió buñuelos y que los comimos con unos ricos mates- sigue sosteniendo, enojado, el pobre Don Antonio. El policía, al notar tanta incoherencia por parte de Don Antonio exclama: - No se preocupe señora, seguimos preguntando por el barrio, es evidente que ustedes no lo tienen. Disculpe las molestias causadas, que su marido se mejore- dice el oficial retirándose de la pequeña casa- Gracias y buen día responde Doña Mabel con una gran sonrisa picaresca
 

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