Cuenta la leyenda que en tiempos del
joven cacique Guacumao, hijo de Canimao y Cibayara, vivía una joven de
belleza extraordinaria llamada Aibamaya. La joven tenía enloquecidos a
los hombres del poblado de Yucayo, para quienes conquistarla era más
importante que asumir las tareas que debían favorecer a la comunidad
aborigen.
Cibayara había contado a su hijo
Guacumao la profecía del behíque Macorí, quien auguró que de ella
nacería un hombre que convertiría en piedra a una mujer que mataba por
amor. Y una noche el cacique soñó que una mano gigantesca lanzaba
murciélagos y con gestos le ordenaba llevar a Aibamaya hasta una de las
puntas donde terminaba la bahía, lugar hoy conocido como Punta Maya.
Al despertar narró a su madre lo
sucedido, y coincidieron en que era una respuesta del dios Bagua, y que
la mujer se transformaría en piedra. Guacumao llevó a Aibamaya hasta el
punto indicado, y allí permanecieron por varias semanas. El amor
sorprendió a ambos, y el joven cacique sintió a la vez la dicha de
saberse amado y la tristeza de conocer lo efímero de su dicha.
Y desaparecieron. Nunca más se
supo de ellos. Pero cuentan los pescadores que en las noches claras se
ven dos rocas blancas bajo el agua del mar, que no son más que Guacumao y
Aibamaya, unidos para siempre entre los linos del litoral matancero.
http://www.matanzascuba.org/leyendas/dospiedras.html