Según ciertas leyendas, en tiempos
remotos las villas eran levantadas en el mismo lugar en el que se abatía
a un animal perseguido. En el lugar del abatimiento se erigía un
santuario y a su alrededor se edificaba la villa.
En alguno de esos tiempos
remotos (1170), los caballeros cristianos de Alfonso II que habían
ahuyentado y expulsado a los moros que tenían tomado el territorio
turolense, tras recuperarlo, decidieron fundar una villa y amurallarla
para así evitar nuevos y futuros ataques moros. No sabiendo donde
construirla decidieron por fin que se haría allí donde se abatiese un
animal.
Cierta noche, un toro se detuvo
bajo una estrella llamada Actuel, en el lugar que hoy ocupa la plaza del
Torico y comenzó a bramar insistentemente.
Los
caballeros, aunque presos de miedo, tomaron por buena la señal que
cielo y tierra les ofrecían en aquella noche estrellada y tras abatirlo
decidieron construir allí su villa.
Llegado el momento de asignarle
el nombre, acordaron tomar las tres primeras letras de la palabra toro
“tor” y juntarlas con las tres últimas de la estrella “uel”, obteniendo
así el nombre de TORUEL.