Comienza como un reflejo sobre el mar y se rompe en mil pedazos, pero
si una persona ralla un anillo de oro en los arrecifes, “le va para
arriba”.
Cuentan que el alma de Hatuey, reclama a los españoles
el oro que se llevaron de Cuba. Se dice que una muchacha nativa,
llamada Yara, se abrazó a Hatuey en el momento del suplicio y de su
carne incendiada brotó la luz que lleva siglos recorriendo la comarca.
También
lo relacionan con un supuesto tesoro escondido por unos piratas en la
ensenada de Porto Santo. Dicen, además, que al bajar la marea, se ve una
cadena gruesa que amarra la caja del tesoro, y a su alrededor siempre
hay un pez feroz que lo cuida.
En los alrededores de la más
oriental de las ciudades cubanas quedan muchos residentes que conversan
sobre historias relacionadas con la Luz de Yara. Quien no la ha visto,
sabe de un familiar que se encontró con ella y habla del encuentro como
si lo viera. Todo parece indicar que esas narraciones han pasado de
generación en generación y forman ya parte inseparable de la propia
mitología familiar.
Anécdota -
Batista,
le contó a Gastón Baquero (coterráneo, amigo y consejero consultivo)
que debía el éxito de su golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 a la
“luz de Yara”.
Baquero narra:
“Al
cuartel general del ejército en el campamento de Columbia se entraba
por una de las puertas estrechamente vigiladas. De pronto Batista se
decidió por la posta 6, donde el centinela de guardia no sabía de la
conspiración militar. Batista, vistiendo el jacket que se ponía en todas
sus apariciones peligrosas, llevaba en el bolsillo su pistola “con una
bala en el directo”. Al entrar por la posta el centinela no pudo verlo
porque lo protegía y hacía invisible la luz de Yara”